Trece episodios que desde el segundo (el primero simplemente me dejó sin saber que pensar) hasta al último, me han tenido ojiplático, patidifuso y totalmente entregado para la causa. Que gustazo cuando una propuesta te mete tan de lleno en su mundo. Y más cuando se trata de un mundo de infinitas posibilidades como ha sido esta casa de locos y maníacos en la que se ha desarrollado la segunda entrega de 'American Horror Story'. Elegir un manicomio como escenario para las nuevas idas de olla de Ryan Murphy y Brad Falchuk, pintaba bien, pero por muchas ganas que tuviera de que FX abriera las puertas de Briarcliff (tras aquella campaña promocional que inundó el internete de teaser trailers a ritmo de casi vídeo por día), nunca llegué a contar con que lo que me esperaba al otro lado de la puerta iba a ser toda una experiencia. Y por experiencia me estoy refiriendo a un evento televisivo (alabado sea el formato de temporadas independientes) único e irrepetible. De esos que te apetece recomendar sin pararte a pensar si es o no una propuesta para todos los públicos.
Si tuviera que destacar una única razón por la que la segunda temporada es (a mi parecer) superior a la primera, diría que aquella historia en una mansión encantada repleta de fantasmas terminó pagando el precio de contar con unas limitaciones argumentales que la hicieron perder fuelle a medida que se acercaba a su desenlace. Casi me atrevería a decir que resultó inevitable que terminara acusando semejante derroche de excesos. En otras palabras, empezó muy bien para acabar bien. Por eso mismo y por mucho que "Asylum" me ganara para su causa desde el segunda capítulo, en los primeros compases intenté mantener cierta cautela, algo que para el quinto o sexto ya me resultó imposible de sostener. Sabía que corría el riesgo de volver a lamentar que el final de la historia no hiciera justicia al arranque, pero decidí dejarme llevar. Todo un acierto. Y lo más importante: recompensado. Las primeras temporadas, hasta en una antología de terror como es 'American Horror Story', sirven de prueba y error. Murphy y Falchuk han demostrado que identificaron tanto las claves positivas como las negativas, manteniendo y explotando aún más las primeras y corrigiendo las segundas. El resultado ha sido la experiencia televisiva de Lana Banana.
A partir de aquí acceso limitado para los cuerdos que hayan visto el 2x13 "Madness Ends". Un título de episodio que lo clava a la hora de transmitir el meollo del mismo. ¡Spoilers!
Monjas, curas, psiquiatras, locos, loquísimos, asesinos en serie con máscaras de piel humana, posesiones demoniacas, exorcismos, retorcidos problemas de lactancia, experimentos genéticos, seres deformes, crucificaciones, actuaciones musicales, nazis, Anna Frank, familias polígamas, besos de la muerte, Santa Claus, saltos temporales, abduciones alienígenas y Pepper. Briarcliff ha tenido de todo y todo muy bien aprovechado y rematado. Como bien apuntaba antes, una de las cosas que Murphy y Falchuk han solucionado es el punto de las limitaciones argumentales que conlleva elegir un único emplazamiento para hacer girar toda la trama. Un manicominio da para mucho (como así se ha demostrado) pero esta pareja de cabezas pensantes se han atrevido a ir mucho más allá. Vuelvo a tirar de atrevimiento, para apuntar que quizás han ido hasta donde su imaginación era capaz de llegar. Lo que ha propiciado que la cosa no decayera en ningún momento durante los trece episodios, que los giros (locos, muy locos e imposibles) se sucedieran... y llegada la hora de las resoluciones, no ha habido lugar para las decepciones. Todos los arcos e historias personales han quedado bien pero que bien atados, a excepción de la conexión de Kit y los especiales de sus hijos con los alienígenas, donde quizás la ronda de revelaciones y respuestas ha quedado un tanto más difusa. Al estilo de lo que pasó con la semilla del diablo en la campaña anterior.
Esta vez no había maleficio que impidiera entrar o salir de la institución, sino que se dependía de las decisiones de un grupo de personajes amparados en un vacío legal tan injusto como válido en un época de cambios sociales como la década de los 60. Fuera las limitaciones y adentro la libertad creativa. Curiosamente esta libertad chocaba con la opresión a la que se han visto sometidos los tres protagonistas: Sister Judy Martin, Lana Winsters y Kit Walker. Por muy coral que haya sido la historia de Briarcliff, los últimos capítulos (especialmente) vinieron a re-apuntar quienes eran los pilares narrativos. Tres cuerdos que por una razón u otra acabaron internados (para lograr un foco de empatía por parte del público) junto a un rebaño de locos. Nada como jugar con la locura y el mal para confundir a los cuerdos y bondadosos. De ahí que uno de los grandes aciertos haya sido introducir en la fiesta al mismo Satanás. No se les podía haber ocurrido traer a un invitado más oportuno para prender la mecha de todo el polvorín. Por cierto, alabada sea la interpretación de Lily Rabe como la Hermana Mary Eunice. Uno de los grandes descubrimientos de la temporada. Como del resto (protagonistas, secundarios y estrellas invitadas) creo que sobran los comentarios, sólo diré que el trabajo y la elección de casting ha sido una pieza clave para que la experiencia fuera plenamente satisfactoria. Un reparto estelar al que se le ha exprimido todo el jugo posible.
Otra de las claves ha sido la apuesta por un estilo de dirección propio, logrando la sensación de desubicación y locura que se pretendía transmitir casi en cada plano. El resultado de esta elección ha sido que la experiencia del visionado fuera como darse una vuelta en un tío vivo descontrolado. A más de uno este paseo le habrá provocado mareos y tripas revueltas, pero en plan masoquismo seguro (que como un servidor) pedía repetir una y otra vez. En este sentido, el último capítulo ha sido una bacanal. Si en la primera temporada se apostó por un juego algo más simplista (pero igualmente eficaz) en el que la sucesión de planos a toda velocidad fue la máxima predominante, esta vez se ha jugado con los ángulos y los giros de cámara a unos niveles como no se había visto antes en televisión. Al menos no recuerdo nada parecido. Y es así como uno consigue diferenciarse del resto y convertir una narración psicodélica en algo más... sí, en una experiencia. Hablando de la narración, otra cosa que le ha sentado genial a la historia han sido los saltos temporales. Parecido a lo que ya se hizo en la primera temporada, pero aquí con mucho más sosiego y control del tempo. Píldora a píldora nos han ido introduciendo la historia del presente, donde sabíamos que todo iba a desembocar desde casi casi la primera secuencia, por mucho que el groso se desarrollase en el pasado. Allí donde estaba esperando con los cascos puestos y machete en mano, Bloody Face Jr.
Para echar el telón, después de dos capítulos con aroma a season finale, ya sólo quedaba despedir a Kit, Sister Jude y Lana Winters. Muy emotivos los últimos días de los dos primeros, aportando un poco de luz a sus vidas después de tanto tiempo inmersos en la oscuridad. A Lana, por otra parte, todavía le quedaba mucha faena por hacer: relatar cómo desenmascaró Briarcliff y protagonizar el esperado cara a cara con el repudiado de su hijo no deseado. Un reportaje televisivo y un disparo a bocajarro declaraban a Lana Banana como vencedora de la contienda, poniendo punto y final a la locura y a la maldad. Una locura y maldad que 'American Horror Story Asylum' ha representado con todos los rostros imaginables. Por eso me ha encantado que se optara por revisitar una última vez Briarcliff, aprovechando la ocasión para recordar la significativa conversación entre las dos gigantes de esta historia. Nada como regresar a la casilla de salida para darse cuenta de todo lo vivido. Una travesía sobre lo peor del ser humano, eso que sólo la mejor televisión puede y sabe retratar a la perfección. Y 'American Horror Story Asylum' ha conseguido entrar en este club de privilegiados.
Es normal que la primera American Horror Story empezara con un escenario tan limitado como una casa encantada, ya que es lo más básico con lo que puedes trabajar en una serie que aún está experimentando.
La segunda, tanto por temática (especialmente el psiquiátrico) como por desarrollo empezó gustándome y reconozco que disfruté el 99% de los capítulos, pero me resultó decepcionante que todo lo solucionaran a golpe de matar personajes.
Renaissance, que conste que entiendo la elección de la casa encantada para la primera temporada, pero se vio que a la larga la cosa no daba para mucho más. Lo positivo que como prueba experimental sirvió para corregir el tema de las limitaciones y esa ha sido una de las claves de Asylum.
Entre asesinatos, suicidios y saltos temporales, es verdad que la única superviviente es Lana Banana (dejando a Kit en un punto muerto después de la abducción). Si lo piensas es lo mismo que pasó en la primera temporada, donde sólo Constance y el niño sobrevivían.
Será mejor entonces que nos vayamos preparando para la tercera...
¡Saludos!