Desde que comentara su episodio piloto, no había vuelto a dedicar una entrada en condiciones a 'Justified'. Cierto es que escribí unas breves líneas tras acabar su primera temporada y preparé un "promocionando" antes del arranque de la tercera, pero aun así, contaba con que tenía una cuenta pendiente. Una que me he propuesto saldar ahora que el periplo por Harlan está llegando a su fin. El momento ideal para reflejar lo mucho que ha crecido desde sus inicios y lo que ha cambiado mi percepción desde aquella primera temporada que se me hizo un poco cuesta arriba. Todo por culpa de ser bastante más vertical que horizontal, es decir, los casos episódicos tenían más peso que la trama de fondo y eso no era lo que esperaba encontrarme, o mejor dicho, no era lo que andaba buscando. Esta condición se revirtió radicalmente en la que sigue siendo mi temporada favorita (la segunda) y, en cierto modo, así ha continuado desde entonces, pese a que nunca ha llegado a desprenderse del todo de su parte procedimental. Algo que celebro, a posteriori, pues ha sido un factor clave para dar rienda suelta al humor negro del que han hecho gala tanto Raylan y Boyd, dos maestros del sarcasmo, como grandes secundarios de la talla de Art, Wynn Duffy o Dewey Crowe.
Acostumbrado al glamour y la sofisticación del estilo de vida norteamericano, reflejado con ahínco a través de la ficción en tantísimas ocasiones, uno de los grandes aciertos de 'Justified' ha sido fijarse en esa otra sociedad americana. La que conocida popularmente como la América profunda. Esa en la que toca arremangarse, sudar la gota gorda y llenarse la boca de polvo para lograr lo que uno se propone. En el caso de la mayoría de habitantes de Harlan, con Boyd Crowder a la cabeza, desafiar las leyes para apilar los máximos billetes verdes posibles. Como buen producto 100% de la marca FX, en este drama de antihéroes, la línea moral entre el bien y el mal queda en todo momento definida en tonos grises. Como no podía ser de otra manera, este factor queda especialmente retratado en el papel de los dos protagonistas. Un tipo duro de gatillo fácil y un predicador de verborrea continua. Dos llaneros solitarios, provocadores natos de problemas y pozos sin fondo de momentos y citas célebres. Los mismos que tendrán que afrontar un duelo ineludible en la temporada final. Fijada la fecha, ya sólo falta conocer el lugar (y la situación) en la que se celebrará el último choque de trenes entre los representantes de la ley y el crimen de Harlan. La contienda final con la que despediremos a Raylan Givens y Boyd Crowder, dos de los mejores personajes que ha dejado la televisión americana en el último lustro. You'll Never Leave Harlan Alive.
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